Recitas ese nombre
que sabe a la gloria
del amor esperado
durante siglos de una historia
que ya no es personal
sino colectiva y empática.
Exclamas tus sentimientos,
y yo hago lo propio
con los míos, tuyos a la vez.
Respondes y enuncias,
y digo y subrayo,
y ambos entendemos
que hemos estado aguardando
justo este preciso instante
que nos une de verdad.
Lo palpamos.
¡Viviremos espléndidas jornadas!
Las veredas son nuestras.
¡Al fin!
Juan Tomás.

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