Ingieres
el día
en
un nuevo punto de deseo,
en
la proximidad de una misión
que
nos declara en amistad permanente.
Estamos
ante el amor
de
una tierra que nos cría
como
a hijos,
que
lo somos en el paisaje
que
manifiesta la perfección.
El
mar nos susurra
sus
historias, sus importancias,
lo
que fue interesante, lo que nos motiva,
y
comenzamos a devorar la pura jornada
con
la tranquilidad de quien se percibe
en
el cruce que es abrazo
a
flora y fauna, a personas y elementos
que
provocan el consenso
en
una divertida obra
a la
que pondremos nombre
con
suavidad, sin posesiones,
con
toda el alma.
Reducimos
los tiempos de espera
y
nos introducimos en una etapa
que
siempre ha estado ahí.
La
positividad nos embarga
con
matices y señales de entendimiento.
Nos
ocurre, nos sabemos vivos,
y
pedimos números que otorguen
calidad
y buenos resultados
por
encima de la cantidad.
Estamos
en mitad de un paraje,
donde
el camino, el movimiento,
lo
es todo desde la suma del entorno.
Abrimos
los espíritus,
y
nos intuimos prestos al nuevo día.
Lo
palpamos ya.
Juan Tomás Frutos.

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