Abonamos las horas venideras con la esperanza de un aprendizaje y de un reencuentro en lo bueno que nos impulse por las veredas que nos mostraron nuestros ancestros, que siempre quisieron, y aún estiman, lo mejor para nosotros.
Las sendas de la docencia son a menudo difíciles, pero nos aportan ese hábito que nos arregla los corazones y nos explica buena parte del trayecto.
La sencillez nos acompaña toda la existencia. Lo que ocurre es que no siempre la queremos ver como tal. Nos debemos esforzar a lo largo de los años para que las importancias se establezcan en su sitio oportuno.
Los valores del honor, de la decencia, de la honestidad, de la amistad, de la voluntad y del esfuerzo compartido nos regalan "empatías" que nos emplazan a seguir por el mismo itinerario en reiteradas ocasiones.
La experiencia nos provoca que lo veamos así conforme transcurren los años. Es un regalo, en ese sentido, el suceder de los días, que nos ubican en la perspectiva precisa. Al final, y al principio, quedan los sentimientos reales.
Por eso, de vez en cuando, a modo de renovación de votos, nos hemos de manifestar la valía histórica y las motivaciones por las que nos encontramos aquí. Hacer el bien y vivir son dos de las máximas. Comenzar con estos pensamientos ayuda enormemente. Prueben.
Aclaramos algunos conceptos en la ida que nos propone un ansia de ser en la
virtud misma, que nos puede.
Hemos de configurar los espacios de otras etapas, que nos ayudan a
contribuir con la paz, en la que creemos, que defendemos.
La apuesta es la formación en espacios que nos invitan a liderar los hechos
en los que nos hallamos. Son muchos.
Los distingos nos conducen por los buenos hábitos. Hemos acudido a varias
llamadas, que nos ponen a prueba.
Hemos resuelto algunas dudas. Nos rescatamos en los instantes iniciales.
Hemos dado con el tono más mágico.
Rocemos el amor. Cualquier estímulo es bueno para entender, así como para atender las paciencias con las que crecemos en una etapa y otra.
No impongamos ni criterios ni ideas, que nos han de permitir resistir con experiencias que hemos de cargar con energía de Humanidad.
Lo bueno de que las cuestiones que consideramos fundamentales no salgan es que nos apuntan por dónde han de ir ciertas medidas, y, en todo caso, el discurso del camino de la ilusión. Seamos francos con nosotros mismos. No nos engañemos ni con circunstancias ni con personas.
No forcemos ni afectos ni resultados. Aunque no siempre nos complazcan ciertas metas y sus respectivos itinerarios, el mundo es como es. Procuremos siempre realizar cuanto podamos desde la mutación que fermenta y mejora de propio.
La belleza está por doquier. Cada día aparece flamante, aunque no siempre la califiquemos. Nuestro primer deber es buscarla, explorarla, compartirla y fomentarla. La hallaremos en eventos, en palabras, en silencios, en procesos de toda índole, unas veces pequeña y en otras oportunidades a grandes dosis.
En todo caso, la cuota la ponemos nosotros. Pensemos, más que en recibir, en lo que podemos desarrollar por la nueva jornada, en ella; y avancemos, en consecuencia, sin más previsión que ser felices. Seamos coherentes y cohesionados.
Me dictas algunas resoluciones que me llevan a ese escenario donde todo
parece entenderse un poco mejor.
Nos hemos preparado para dar con lo justo. Nos sorprendemos. Eso comunica
bien. Hemos rastreado. Nos encontramos otra vez.
Las definiciones nos conducen por veredas que apartan el espanto. Nos
hacemos mejores personas. Es buena nuestra relación.
Nos hemos despertado a una próspera realidad, que iremos fecundando.
Los conceptos y elementos nos ofrecen un poco de todo.
Hemos reiterado lo que podemos hacer. Nos defendemos de algunas
circunstancias. Hemos quitado algunas palabras. Nos asomamos al exterior, y ahí
nos volvemos a saludar. Todo está por suceder.
Por ende, cabalguemos cada jornada sin pavor, prestos a las señales de toda índole que nos brinda el devenir. Procuremos las ópticas necesarias para que nada quede atrás. Subamos peldaños poco a poco. La paciencia es una de las virtudes cruciales.
