Se viste de pasión, y camina como si el mundo se hubiera inventado para ese
momento. Nos recuerda que la energía viene de la convicción. Somos como él en
el engranaje más imperfecto. Todo tiene su proceso. El hábito también, que no
hace al monje, pero sí a la situación a la que se enfrenta.
Es un trecho de escucha, el de vestirse, el que le coloquen ese traje
especial, que exhibe brillos, como los que luego se viven en la plaza de la
vida y de la muerte. A veces, en estos trances, se experimenta abandonado, y
puede que lo esté, y hasta es posible que ello no sea malo. Su optimismo, al
final, siempre, le salva.
No es cándido. Conoce el panorama que le rodea. Hay profundidades que le
intentan superar, pero no lo acepta. Poco a poco cada prenda va a su sitio, y
su sitio espera a que todo encaje perfectamente para la tarde.
Se convoca a esta primera parte de la ceremonia sin prisa y sin pausa.
Recuerda a algunos que lo olvidan, pero ésos son los que no interesan. Es un
momento de balance antes de que acontezca todo. Lo interpreta bien en silencio.
Enseguida se pone en marcha. Intuye y sabe de imprecisiones, pero es
evidente que lo fácil no existe. Con esa convicción sale al albero. Le esperan
fotógrafos, aficionados, seres queridos, y el toro. No es un momento más: es el
que era, el que ha de presentarse con fina delicadeza y la firmeza de cuanto no
consiente equívocos.
En ese entorno, en el suyo, saluda con respeto y se pone en faena. ¡Va por
ustedes!
Juan
TOMÁS FRUTOS.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

0 Response to "¡Va por ustedes!"
Publicar un comentario