La promesa del verano


Llega el calor, y, pese a las ausencias, advierto expectativas. No es una pose. Lo palpo. La ilusión de los meses que quedan por delante, pese a la faena, es formidable, maravillosa. Imagino, siempre, que hay una oportunidad para dar con aquellas claves que nos podrían hacer perpetuar una amistad sin condiciones, que es la auténtica, la verdadera. Ahora quizás es un poco más.

Pienso que el verano a punto de aparecer meteorológicamente hablando, por su apertura calurosa de nuevos frentes objetivos y subjetivos, bien puede ser el momento para una mayor dicha. ¿Por qué no? Hace falta que todo funcione desde la promesa de que mejore lo material y, fundamentalmente, lo intangible, así como su percepción. No olvidemos que los milagros existen, y que, por supuesto, los podemos provocar.

Vivos

Sobre gustos hay demasiado escrito. No es sencillo ponernos de acuerdo, ni seguramente será bueno que lo hagamos. Lo que sí hemos de exigir es respeto, perspectiva y un afán de entendimiento.

El cinismo no debe tener cabida en lo cotidiano, o nos convertiremos en seres duales sin espíritu real ni escrúpulos que entrarán en una perpetua crisis, que también disimularemos en aras de alimentar esa doble óptica que hará que pasemos por el mundo como si no hubiéramos vivido.

Es, hoy, la gran ocasión de demostrarnos que estamos y que decidimos por nosotros mismos. ¡Buenos días!

Juan TOMÁS FRUTOS.

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