Conforma
una realidad de pura amistad que ennoblece. Es un caballero. Aunque duda, como
todos, se muestra firme. Hace tiempo que sabe que hay que vivir día a día.
Todos deberíamos percibirlo así.
La virtud
es causa y conclusión con una intención destacable. Hemos ganado con gentes
como él en las aficiones. Nos regala a todos familiaridad y cercanía,
identificando lo que sentimos. Es pureza. Gozamos con él, con ella.
Con
sinceridad, buscamos en todo momento personas normales que destaquen en esa
plasmación de lo diario, de lo cotidiano. Su brillo viene del hecho de que
sacan partido a lo que parece más de lo mismo. Para ellos nada se repite. Heráclito vislumbraría en sus
circunstancias el exponente de sus máximas.
Seguimos
interpretando. Despierta los más altos sentimientos. Nada es fruto de la
casualidad en su historia, y, si lo es, se envuelve de una creencia en lo
milagroso, que es estirado para presentarse como arte. Nos fundimos con las
excelencias más singulares que se reparten con generosidad. Es un modelo.
Busca él,
puede que ella (ahora vemos la faena como la misma persona), en cualquier
rincón, y registra en la palabra la mejor dirección. Por eso mide los términos,
los templa, y los acompaña con las verdades relativas, que se vuelven más
sólidas con los hechos. Es un ser extraordinario. No todos valemos igual. Lo
justo es reconocerlo. Es nuestra manera de decirle que también somos valientes,
aunque no tanto como él, o ella.
Juan TOMÁS
FRUTOS.

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